miércoles, 7 de diciembre de 2022

Si dejo de soñar

 

No quiero dejar de soñar, si lo hago, vencerá la opacidad del momento, vencerá el lamento.

Si dejo de soñar, vencerá la negrura a cada instante, vencerá el farsante, ignorante, intolerante, el espécimen que tiene las riendas del desplante.

Si dejo de soñar, vencerá el castigador de sueños, el banal y absurdo que destruye el resplandor con nubes negras y me vencerá la muerte eterna de la mentira, esa lanza vil que aniquila sueños.

Si dejo de soñar, se apoderará de mí el silencio del que sufre, me destruirá con sus quejas y surgirá esa mueca triste que expropiará mi sonrisa, y, dejándome desnuda, vencerá.

jueves, 9 de diciembre de 2021

Retazo de un despertar


 Retazo de un despertar...

Fue algo insólito, descubrí la manera errónea en la que había percibido los acontecimientos de mi vida a lo largo de los años, situaciones despreciables que siempre intenté justificar y que, ahora, las reconocía inaceptables.

 Fue como despertar de repente de un mal sueño evitable que duró tanto como el éxodo de los Israelitas en el desierto, casi una vida entera tras aquel polvo denso que oscurecía cualquier rayo de luz que intentara filtrarse a través de la razón.

Apareció después de mil cuartillas escritas por la ansiedad constante que permanecía anclada en lo más hondo de mi ser, repitiéndose una y otra vez en la misma rutina vacía y decepcionante que había sido siempre mi vida.

Pero como cualquier mentira, tampoco ésta podía seguir gobernando eternamente mi interior, pues, al final, la verdad termina surgiendo a borbotones y no hay quien pueda pararla, surge y prevalece.

 Es inútil tapar lo que sientes, no se puede seguir ignorando lo que tu pecho grita en silencio, no puedes parchear lo que siente tu corazón, ni el deseo irrefrenable que aparece en tu mente una y otra vez. No hay descanso para los sentimientos cuando éstos claman desde lo más hondo como un crujir de huesos rotos, como si ese clamor empujara hasta obligarte a gritarlo.

La escritura también engaña cuando no la dejas fluir, cuando la adornas con visiones nubladas por el polvo del camino. Has de sentarte, dejar de correr hacia el abismo, has de mirar lo que tienes delante para discernir tus pasos, es inútil mirar una meta cuando es imaginaria y no ves hacia donde te lleva.

No escribiré lo que siento desde el alma si no creo que puedo hacerlo. Leeré veinte mil libros y en todos veré lo que soy incapaz de conseguir. No creí en mí ni en mi capacidad creadora. Capacidad castrada a lo largo de un camino sembrado de piedrecitas desiguales, puntiagudas y afiladas que traspasan como agujas a cada paso. 

Dolores insoportables, úlceras abiertas que sólo curan si elevas los pies y vuelas y olvidas.

He logrado elevarme, y hasta volar, pero las llagas siguen abiertas, no olvido y no logro remontar, ni escribir como quisiera, ni aislarme de una cruel mentira repetida y clavada en lo más profundo del alma: ¡no vales nada!

No se puede ocultar el desamor bajo la tela de la indiferencia, no es posible mantenerlo escondido, porque aunque la tela resista, te acabas muriendo en ella si antes no le gritas al viento que te ahogas, que te mueres si no amas, que la vida debe saberlo por ti antes de perecer en la absurdez de lo oculto.

No puedes traducir hechos despreciables en excusas que los justifiquen, tú no los provocaste. No lo hiciste. Los mantenías en silencio como si esa fuese tu responsabilidad, los disfrazabas de un amor no correspondido sólo para conformar su vida. Pero no eras tú la que no valías nada. No era así. Sólo te veías reflejada y lo suyo no era amor, aquello era sólo odio y maldad, y no se puede amar el odio, no se puede amar la maldad por mucho que lo intentes, pues, cuanto más te esfuerzas en hacerlo, más despreciable te sientes y más te cuesta distinguir.

Pero la verdad surge de repente y ya no encuentras excusas para no reconocerla, se hace evidente de un manotazo, como uno de aquellos que siempre te daba sin mano, sólo para desahogar su rabia, para cubrirte de desprecio con ella, para enterrar tu autoestima con un golpe certero y fino, un golpe de esos que te llegaban al alma y te la aplastaba. 

Pero lo mismo que un golpe certero en el pecho, sobre el corazón, puede devolverte la vida cuando ya te crees muerta, también una frase dicha para matarte puede salvarte. Puede hacer visible lo invisible. Puede hacer que renazca lo importante, lo que creías perdido y que aún seguía contigo; tus principios, tu valía, el amor de tus hijos, el amor de tu familia, que sí eres importante, que lo eres a pesar de él, que eres más importante para ti que él, que así debe ser si quieres seguir viviendo, o mejor, que así debe ser si quieres llegar a vivir. 

Y puede surgir de repente, así, como un relámpago que se hace visible ante el choque frontal de una palabra mal sonante, como un estallido que hace enmudecer la mentira ante la fuerza luminosa del amor, del amor que te negabas escuchando sus reproches, de tu amor propio, de tu propio amor.


(Fragmento de Retazos, de Encarna Hernández Vizcaíno).


domingo, 14 de febrero de 2021

Arrepentirme, nunca.

Arrepentirme de amarte, nunca.

Ni de abrazarte, ni de tocarte, ni de sentir tu aliento en mi costado, ni de evocar lo que me has dado. 

¿Arrepentirme de tu olor a enamorado? 

No he de vivir sin rescatar ese momento.

Arrepentirme, nunca.

Nunca me arrepiento de aquella penumbra susurrada, ni de observarte callada mientras te vencía el sueño.

Sin esas noches, no sería lo que soy ni sentiría lo que siento. 

Sin esas noches livianas pero eternas, seguiría en el vacío del recuerdo.

Cuando bajabas las velas; yo acariciaba tu alma con mis ojos muy abiertos, amparada en la penumbra que protegía tu silencio.

Y te sentía y te amaba desde aquel pequeño cielo donde  embriagué mi cordura, donde olvidé mi dolor, donde destruí el pudor hasta el más mísero extremo.

Qué podría recordar si de amarte me arrepiento.

Si no hubo amor en mi vida, sólo marcas de un mal sueño, de una soledad infinita que mataba el sentimiento.

Si jamás logré encontrar otro amor que desatara los nudos que mantenía tan atados, tan adentro. 

Arrepentirme, nunca. 

Ni del sabor que retengo de tus besos sin palabras, ni del temblor de tu cuerpo, ni del brillo de tus ojos, ni de aquella larga espera hasta tenerte, me arrepiento.


      (Encarna Hernández Vizcaíno)

viernes, 20 de noviembre de 2020

AMANECE

Amanece, la tenue luz del día va apareciendo poco a poco a través de la ventana.

Amanece otro día y doy gracias por seguir viva.

Desde el balcón, el cielo se vislumbra limpio, y oigo el trinar de los pájaros que, invisibles, también agradecen desde el interior de los cuatro árboles que decoran la plaza.

Es otro nuevo día, otro más que seguimos aquí.

Cada noche, antes de dormir, imagino que a otro día seguiré viva, que seguiré escuchando cantar a los pájaros, y también a los niños, y al barrendero, que saludará con alegría mirando al frente, disfrutando de un sol puro y un aire nuevo que respira la tierra entera.

Mañana será otro día; me digo cada noche antes de dormir, será eso o nada.

Y amanece otra vez, y otra, y otra vez, y de nuevo doy las gracias por oír cantos desde mi balcón; los pájaros cantan, los niños cantan, los barrenderos miran al cielo y cantan también, y a lo lejos, se escuchan más cantos, el mundo entero ha amanecido cantando.

Y desde mi balcón, agarrada a la barandilla, continúo mirando y escuchando esos cantos alegres de libertad que llegan hasta mí cada vez con más fuerza, cantos desde el sur, desde el norte, desde el este y el oeste, cantos que contagian al mundo de aire puro y limpio de maldades, aire puro, limpio y cristalino como el alma de un niño, y, agradecida, sonrío.



                                                                    (Encarna Hernández Vizcaíno)  

viernes, 25 de septiembre de 2020

NUEVA ERA

Somos como esas hormigas perdidas que buscan su destino dando vueltas una y otra vez en el mismo camino, y no logran encontrarlo.    

 

(Encarna Hernández Vizcaíno)

 



 

 

 

 

sábado, 11 de julio de 2020

LA MÚSICA





La música, esencia pura del espíritu que nos eleva al infinito, sin cerrojos ni barrotes que la confinen, que trasciende al universo desde los rincones más ocultos del alma.


 (Encarna Hernández Vizcaíno)

viernes, 10 de julio de 2020

LAS HORAS MUERTAS

Como emprenden las horas desde el bullir del viento, acomete el hastío. 

Ese hueco vacío de la nada, del caminar desierto.

Piedras sonoras, ignorantes, insolentes, que arremeten en alarma permanente y a nadie satisface.

Sonoridad ante el error continuado del que sabe, del que calla, por miedo a hablar al aire.

Mientras, las horas pasan muertas ante el bullir del viento, ante el pensar de nadie.


(Encarna Hernández Vizcaíno)

viernes, 12 de junio de 2020

ALMA

Alma;
esa parte infinita del ser,
belleza que ensalza y eleva lo puro, 
lo tierno.
La frágil mirada que va más allá, 
que acaricia el aire.
 
Alma;
belleza serena, 
sensible armonía que ampara el silencio.
Esencia de luz, 
manantial bendito que traspasa el cielo.

Alma; 
soneto invisible de ensueño nocturno,
pincel de ternura, leve transparencia.
Saber silencioso de roce infinito,
de enseñanza eterna.

Alma; 
inmenso el amor que todo lo alcanza.


(Encarna Hernández Vizcaíno)


domingo, 19 de abril de 2020

SE ME ESCAPA LO VIVIDO


Se me escapa lo vivido,
se me escapa la capacidad de entendimiento,
se me escapa en la presencia de este cataclismo extremo.

Se me escapa, 
no soy menos, pero tampoco lo mismo.

Se me escapa lo vivido,
el mundo entero se ha hundido y no puedo retenerlo.

Se me escapa,
si estoy despierta o si duermo, da lo mismo, 
es lo que tiene ser precio de un mal cosido, 
ser otro punto de engendro en este hueco vacío, 
en este universo quieto.

Se me escapa lo vivido, 
lo soñado, 
lo imposible, se me escapa.

El mundo se ha hecho pequeño, puedo verlo en una mano, 
cada ralla es una cuerda que desata la alegría y 
escapa del ser humano.

Se me escapa lo vivido y no puedo retenerlo.

No hay murallas, 
no hay cerrojos, 
ni cerraduras, 
ni rejas, 
ni ataduras.

Se me escapa lo vivido mientras huyo de la muerte, 
mientras me ato a lo absurdo, 
mientras me quedo al amparo, se me escapa.

Se me escapa lo vivido.


(Encarna Hernández Vizcaíno)

HOY 19 DE ABRIL DE 2020


Hoy, 19 de abril de 2020, son ya las 2 y 34 minutos de la mañana, y, como algunas otras noches en las que no he podido dormir, he decidido combatir el insomnio con la escritura…
Después de más de un mes de confinamiento, aún sigo sin entender el porqué de este virus ni lo que significa exactamente este encierro.

Sé que para algunos es una especie de castigo de la naturaleza por lo mal que la estamos tratando, y piensan que esto nos ayudará a reflexionar y hacernos mejores personas, otros creen que lo han maquinado poderes que controlan el mundo y desean seguir haciéndolo cueste lo que cueste, incluso los hay que piensan que es un cataclismo económico para reiniciar la economía desde otras perspectivas y con nuevas tecnologías.

Es posible que todos tengan su parte de razón, para mí, al menos en este momento, lo veo como la mayor catástrofe humana, un atentado contra lo que aún nos quedaba de humanidad en cada uno de nosotros. Nos han quitado de un plumazo lo más básico que identifica el amor en el ser humano; nos han eliminado la posibilidad de acercarnos a nuestros seres queridos para darles o recibir esperanza a través del calor que da el contacto y la cercanía, algo tan importante y tan necesario para seguir viviendo.

Y sí, es muy triste que nos contagiemos y que a raíz de eso muchos muramos, pero es tan triste e inhumano no poder recibir o dar compañía y apoyo a un ser querido, no sentir la cercanía y el amor de los que quieres cuando enfermas, es inhumano morir sin alguien que coja tu mano y te haga saber que estás ahí y que te quiere, es inhumano tener un hijo, o una madre, o un hermano, o una abuela, o un marido, o una amiga, y no poder estar a su lado en los malos momentos, y está claro que morir es malo, pero sentirte enfermo, aislado y abandonado en ciertos momentos debe hacer más daño que el propio virus.

Y sí, la medicina es muy importante, pero estoy convencida de que la medicina por sí sola no ayuda lo suficiente cuando estás carente de la cercanía de los tuyos.
 
Nos quejamos por tener que quedarnos en casa y no poder salir a pasear, o no poder tomar un café en una terraza, o por aguantar a los niños todo el día, pero nada de eso es importante, estar en casa no supone un trastorno, tenemos a nuestro alcance comodidades, alimento, entretenimiento.. lo importante es no poder abrazar a un ser querido que sufre.

Y sí, el aislamiento pasará, pero ya nada volverá a ser como antes, tardemos lo que tardemos en recuperar la “normalidad”, esto marcará un antes y un después en nuestras vidas y en nuestra manera de vernos como sociedad, y se habrá creado un precedente de actuación al primer síntoma de temor ante cualquier otro “virus”.

Sí, este virus será responsable de que caiga la economía mundial, de que aparezcan nuevas formas de control, de que muchas personas reflexionen sobre el daño al planeta, de que se dé cierta importancia a cosas que antes no se les daba.

Y sí, con el tiempo, la economía remontará, aparecerán nuevas formas de control sobre el ciudadano, la tecnología formará parte más activa en nuestras vidas, y aquellos que cambiaron su visión en la manera de ver la vida la cambiarán por otra para seguir en su propio mundo egoísta, pero ya no se podrá recuperar lo maravilloso que distingue el amor de la indiferencia; no podremos recuperar algo tan simple como coger la mano de esa persona que sufre y trasmitirle el calor humano tan necesario para seguir vivo, o, incluso, para marcharse con la paz de sentirse querido.

Aun así, deseo pensar, que, en el futuro, cuando algo así vuelva a ocurrir, habremos aprendido la lección y habremos conseguido que los gobiernos apoyen la sanidad, y también que dispongamos de los medios necesarios para protegernos sin tener necesidad de separarnos de nuestros seres queridos que enfermen.

Y sí, es posible que sea porque ya me vence el sueño, pero quiero seguir teniendo esperanza en el ser humano, quiero seguir pensando que lo superaremos, y también que mejoraremos, que lo haremos para que esto no vuelva a suceder, para que jamás ningún virus por muy mortal que sea, tenga tanta fuerza como para dejarnos morir en soledad.

(Encarna Hernández Vizcaíno)

lunes, 23 de marzo de 2020

HERIDAS

No existe un principio ni un paisaje útil, ni amores carnales de ojos cerrados.

No existe el misterio en horas tranquilas, ni males ocultos donde no hay dolor.

¡Que brote jazmín desde la indecencia que otros ojos ven!

¡Que brote un jardín de lo más cobarde que habitaba en mí!

¡Flores sin espinas!

Que nazca otra forma menos detestable a mis propios ojos.

Brotaré con fuerza en la nueva casa que nunca fue mía.

¡Y apareceré!



(Encarna Hernández Vizcaíno)

REFLEXIÓN

Haciendo un poco de memoria y de reflexión, llego a la conclusión de que lo simple, es lo difícil de conseguir.

Siempre he querido compartir mi vida con una persona que transmita paz, que no haga reproches y admita cariño.

Alguien a quien pueda respetar, dar, compartir, acompañar y recibir en libertad. 

Que cuando me acostara y cuando me levantara, sintiera que le quería un poco más.

Que me doliera cuando le doliera, y me alegrara verle feliz.

Parece simple, pero, tal vez, por simple, no pudo ser.

O, tal vez, esa persona no existe, sólo es mi imaginación.

O, quién sabe, tal vez existió en otra vida,
y, yo, aún la añoro.



(Encarna Hernández Vizcaíno)


martes, 10 de marzo de 2020

SIENTO MIEDO

Miedo, miedo siento, miedo del irrespetuoso con la verdad.

 

Miedo del que sólo hace ruido

para inducir a la rebelión y a la muerte

con promesas vanas.

 

Siento miedo del déspota ignorante e inhumano, que sólo se reconoce en el rencor.

 

Miedo, del que va delante y mata sentimientos nobles con autoridad.

 

Del que tiene las riendas y ataca desde su debilidad, desde su deliberada y ennegrecida conciencia.

 

Miedo del ser intransigente que arruina la fragilidad de un niño, que lo mata a golpes de palabras envenenadas,

que le arrebata los sueños que nunca le concedió.

 

Miedo del que mata por matar.

 

Del que apaga ese resquicio de luz al que tiene alma, del que borra de sus ojos la inocencia y sólo deja tristeza.

 

Siento miedo del cobarde que acalla para siempre lo que es puro, porque lo teme.

 

Siento miedo, tanto miedo del silencio 

de los que miran y callan.


De los que saben, miran y temen decirles nada.

 

Miedo del miedo, es mi miedo.

 

 

(Encarna Hernández Vizcaíno)



jueves, 2 de enero de 2020

SIN PALABRAS

No hay huellas en el agua ni luces al sol, no hay abismos en el cerco cerrado del mal, no hay razones que indulten la muerte, ni siquiera cabe hueco que añada algo nuevo al dolor.

Ya no quieres buscar a escondidas tus palabras perdidas, ni quieres asirte del aire, ni moverte en el fango que es la fantasía, ni escucharte en ese verso inútil de añoranzas vacías.

Has perdido por completo aquella inocencia que aún mantenías escondida en el alma. 

No quieres más de aquella brisa que parecía aliviar el calor del infierno.

Ya ni sabes si existe, ni si Dios es bueno, ni si luz es día, o si es negro el cielo.

No hay miradas que mantengan tu inocencia, ni rincones que te alumbren sin maldad, ni esperanzas donde ya no vive nada.

No hay carencia de silencios, 
no hay carencia de palabras; sin palabras.



(Encarna Hernández Vizcaíno)

sábado, 21 de diciembre de 2019

TE HALLARÉ


En la profundidad acuosa te hallaré,
en ese manantial limpio y transparente del alma.

En el viento que atrae los perfumes del bosque, te hallaré en ese árbol frondoso que respira y aspira ese amor.


No se halla escondido en este invierno vacío que bloquea la esperanza y paraliza el alma.

No te hallaré en el desierto de la apatía.

Te hallaré en los mares azules que oxigenan al alba, te hallaré con la brisa del día que acaricia la cara, sin buscarte, te hallaré sin pedirte, sin esperarte, sin temerte, sólo sintiendo, te hallaré.


(Encarna Hernández Vizcaíno) 


lunes, 16 de diciembre de 2019

LA TIERRA NO ES NUESTRA

La tierra está y continuará estando por los siglos de los siglos, nosotros no.

La habitamos, la cultivamos, la explotamos con la ambición de que nos pertenece, la utilizamos como excusa para pelear, para inscribirle nombres, para colocar banderas, para crear culturas, para deshacerlas, para idealizarla al creer que nos pertenece, pero en realidad, la tierra no es nuestra.

Los seres humanos nos alimentamos de emociones, es natural que conservemos cariño al lugar donde crecimos, donde se formaron nuestros recuerdos, donde fuimos felices, es algo interno que nos acompaña vayamos donde vayamos, millones de personas perciben sentimientos similares a cada momento en todas partes.

Durante milenios, se han manipulado esos sentimientos para que peleemos y hasta entreguemos la vida por tierras que no eran nuestras, tierras utilizadas para alimentar la ambición de reinados, condados, ducados, o presidencias interesadas en hacerse superiores a otras, excusándose en la defensa de lo nuestro.

Pero la tierra no es nuestra, la tomamos prestada durante un periodo de tiempo, más tarde, cuando pase ese periodo, vendrá otro, y otro más, y, posiblemente, también muchos matarán o darán su vida defendiendo una tierra que creen suya, así ha sido siempre durante siglos.

Y como siempre, unas historias se olvidarán y serán reemplazadas por otras, pero la tierra seguirá en el mismo lugar, alimentando y haciendo pasar hambre a quien la habita, dependiendo del trato que reciba.

Y al final de todo, cada uno de nosotros será absorbido por esa misma tierra, no importará nada dónde estemos cuando llegue ese momento, ni importará qué nombre recibía el lugar donde nos tocó nacer, porque esa misma tierra nos cubrirá a todos por igual para que el tiempo se ocupe de olvidarnos.

La propia tierra se encargará de borrar las huellas de los que alguna vez murieron o mataron imaginando defender una tierra que les pertenecía.

Defendamos la tierra, sí, defendamos el derecho a disfrutarla, defendamos el derecho a que toda persona pueda caminar por ella en paz y en libertad.



(Encarna Hernández Vizcaíno)



viernes, 13 de diciembre de 2019

IGNORAR


Quiero ignorar la atinada verdad que paraliza y meditar en la mentira interna de la noche.

Ir caminando hacia lo absurdo que me ampara y me protege en el superficial engaño.

Debo acallar al llanto musitado y vehemente que traspasa la luz de mi tiniebla.

He de seguir en el vacío incongruente que he instalado para aplacar esa verdad que me destruye.


(Encarna Hernández Vizcaíno)


martes, 10 de diciembre de 2019

NAVIDAD EN EL TIEMPO


Navidad de mi niñez, siempre te recordaré.

Hay Reyes Magos viajando mientras yo duermo esperando.
zambombas, luces, sombras, villancicos en la puerta, panderetas.
Mantecados de la abuela y el belén sobre una mesa.

Tiempos de lumbre, besos y dulces.

Nueva huella cada año, que remarca lo divino, nueva estrella, luz
brillante que señala a Jesucristo.

Nacimiento de esperanzas en forma de villancicos, cantados como alabanzas del veinticuatro al veinticinco.

De Navidad en Navidad, la vida sigue pasando.

Años que vienen y van, la familia que se amplía, los
que se fueron no están, los que no estaban nacieron 
y el tiempo pasa volando.

Las canciones se repiten por otros que van llegando 
y perdurarán por siempre por los que nos van dejando.

Los recuerdos van cambiando, otros nuevos entraran, 
pero un hueco en mi memoria dejaré para llenarlo 
con los que se fueron ya.

Y así seguirá la historia, pasará año tras año,
la familia estará junta, alrededor de una mesa
celebrando una verdad, cantando con alegría:
¡ya llegó la Navidad! 



(Encarna Hernández Vizcaíno)



lunes, 9 de diciembre de 2019

SEÑORA OTOÑAL


Señora otoñal que se mece en el viento, se desnuda los brazos, caen, el invierno está cerca, amanece temprano a la sombra.

Señora otoñal que se mece en el viento, se desnuda, cae agarrada a un suspiro, cae sin soltarse del todo, hasta lo ínfimo se desnuda y cae.

Ya sin aire, cae, en su último balanceo, cae, cae sin remedio a la sombra, cae, al invierno.


Encarna Hernández Vizcaíno.



martes, 3 de diciembre de 2019

TODOS PODEMOS APRENDER DE OTROS


  No hay un ser sabelotodo y otro ignorante de todo, porque la grandeza del ser es individual y única.

 Cada cual aprende de su entorno, pero también de cómo percibe ese entorno.

 Y es maravilloso pararse un momento a escuchar a otros sin prejuzgar, más aún, cuando esos otros han bebido de fuentes de conocimiento distintas a las nuestras, pues aportarán algo que enriquecerá nuestra manera de percibir la vida.

 La percepción es un sentido, igual que el gusto, al que deleitamos probando sabores nuevos que le conceden sabiduría para degustar con conocimiento.

 Negarnos a valorar otras opciones de pensamiento diferentes al nuestro, nos empobrece a seguir viviendo en un círculo cerrado y a no ampliar nuestra visión sobre el mundo y lo que nos rodea, limita nuestras capacidades de aprendizaje y también de empatía, pues nos incapacita para entender otras políticas, otras culturas, otras religiones, otras formas de ver y vivir la vida.

 La vida es un camino de aprendizaje hasta el final, sería bueno caminar por él con los ojos muy abiertos, sin perder esa curiosidad innata que nos viene dada desde el nacimiento.

 Cuando nacemos, absorbemos todo lo que nos rodea sin cuestionarlo y eso nos hace crecer aprendiendo, por eso, los niños, esos seres nobles y agradecidos, abiertos y sanos en su manera de ver a otros que no son como ellos, deberían ser nuestro punto de referencia.

 No temamos aprender de los que piensan y son diferentes a nosotros y a nuestro entorno. 

 Podemos valorar lo ajeno, y aprender, y comprender, y compartir, y enriquecer, para bien nuestro, y para bien de todos. 

       
     (Encarna Hernández Vizcaíno)

sábado, 5 de octubre de 2019

LA VIRTUD DE ESTE DÍA

No sé si a todo el mundo le pasa, pero hay días que me levanto y me invade una energía difícil de entender, no importa que el día anterior haya estado lamentándome de agotamiento  mental o físico, amanezco, ya es otro día, y como si ya no fuese la misma,  desarrollo mil opciones al mismo tiempo sin castigo emocional.

Nada me hace vacilar, nada me coarta, nada me ata, nadie me impide que opte por lo que crea más importante, nadie puede más que yo.

No se me encogen los ovarios, ni me pesan los músculos, y mi cerebro es como un colibrí que no necesita esforzarse para llegar a donde quiere ir.

Me pregunto si será eso lo que sienten los que esnifan coca o heroína para volar, pero en mi caso no tengo que sufrir después la crisis de abstinencia, es algo natural, duermo, y ya.

Soy consciente de que los que me rodean me van absorbiendo esa energía que se formó conmigo cuando aún no era nada ni nadie, cuando ni siquiera estaba en el vientre de mi madre, y sé que me la absorberán sin pedirme permiso, se agarrarán a ella como el que se agarra a un mástil en un barco a la deriva.

Aun así, agradezco a la madre naturaleza, o a lo que sea que sea, no tener que alimentarme de la energía de otros.

Agradezco sentirme como si fuese una noche de verbena en la que te sientes capaz de bailarlo todo.

Agradezco que la claridad se levante conmigo al amanecer y perdure en mí durante todo un día, me conformo con eso, para mí, la claridad, es la virtud de este día. 

      
            (Encarna Hernández Vizcaíno) 

domingo, 1 de septiembre de 2019

INTUICIÓN


Cuando te leía te intuía especial porque me hacías pensar que yo lo era.

Me miraba en el espejo y veía a una mujer guapa, sí, hasta guapa me sentía,
incluso más que cuando de verdad lo era, porque, por aquel entonces, solamente me veía los defectos, aquellos que me ayudaban a seguir inerte, a seguir una vida de muerta; muerta de emociones, de ilusiones, de esperanzas, sólo viva en el brillo de otros ojos.

Cuando te leía mi pecho latía por sí mismo y no necesitaba verte para sonreír, sentía tu frescura, esa que me hacía feliz, esa que, sin apenas usarla, perdí un día sin saber por qué.

No me importaba quién eras, ni lo que hacías, ni la edad que tenías; percibías mi esencia, era suficiente para ser tu amiga, para sentir esa mirada intensa, oscura y profunda traspasando mis barreras hasta traspasar las tuyas.

Pero los románticos no se comen nada, como yo, y de nuevo tuve miedo, miedo al amor...

Temor a perder aquellos sentimientos en los que no necesitaba verte para ser feliz.

Tenía miedo a entrar en el juego del amor, un juego al que no sabía jugar, un juego al que nunca podría ganar, era mi intuición. Y tenía razón.

Porque no deseaba perfección, odio la perfección, deseaba un amigo sin más,
compartir debilidades y hacerme fuerte a través de ellas.

Por eso, ahora, mi fortaleza me sirve sólo para mantenerme erguida y aparentar, algo parecido a parecer lo que no eres, algo parecido a lo que siempre he hecho y nunca he querido hacer, algo parecido a lo que todos hacen.

Ahora, no hay ya lugar para debilidades, he de aprender a ser perfecta, es lo que esperan todos, incluso tú.


(sólo un retazo de lo que será mi libro: "retazos").



Encarna Hernández Vizcaíno





sábado, 27 de julio de 2019

LA CONDESA

 (Cerdanyola del Vallés, 09 Dic. 1998)


 Desde que Franco había muerto, hacía ya veinte años, la señora condesa no había salido de su mansión. Durante ese tiempo había rechazado sistemáticamente las pocas invitaciones recibidas. Este día había recibido una de la mismísima Casa Real, era la celebración de la onomástica del Rey. Aun así, la señora condesa no parecía satisfecha.

Durante veinte años había sido ignorada desde palacio. Cuando el Caudillo vivía, era él personalmente quien la llamaba, no pasaba un mes sin que lo hiciera. Ella representaba a la auténtica nobleza, a la nobleza que no se codeaba con plebeyos comunistas, con bailarines analfabetos, con deportistas sin modales, o con héroes de barrios pobres, que en los últimos años habían florecido como hongos y alardeaban de ser amigos de los más nobles del país.

La vieja dama, enfadada con todos los grandes de España, decidió darles una lección.
Su viejo mayordomo, que era la persona con más solera de toda la casa, concordaba con ella en que no debía aceptar invitaciones que la obligaran a mezclarse con gente sin educación; con aquellos que habían traicionado las buenas intenciones del anterior jefe de estado.

Su vieja sirvienta, Enriqueta, analfabeta, anacoreta y mentecata, era la persona adecuada para avergonzar a los de linaje real.

La acicalaron con collares, pendientes, anillos y una diadema de bisutería barata que un criado compró en el mercado de la ciudad. El vestido, heredado de una cocinera que sirvió en la mansión en los años dorados, junto con un chal, que la pobre vieja usaba en los días de frío, compuso el conjunto festivo para la ocasión. La señora condesa la maquilló; le traspasó con carmín rojo los límites labiales, le sombreó los ojos de un azul fluorescente, le empolvó la cara, le coloreó las mejillas y le dibujó las cejas.

Enriqueta subió al taxi como un esperpento en carnaval.

El taxista la dejó a la entrada del palacio, no sin antes hacerle una reverencia.


Asustada, deslumbrada por las luces brillantes que colgaban del techo y sin atreverse a levantar la vista, Enriqueta se dejó acompañar por un criado (al que confundió con algún militar importante por sus botones dorados) hasta una larga fila que poco a poco la fue acercando a sus majestades. Fue presentada como la vieja y auténtica condesa de Santo Verdi y se dejó saludar por ellos haciendo una reverencia, como había visto hacer a todos los de la fila antes que ella, después, atravesó los salones acompañada por el mismo criado hasta la mesa que le tenían asignada.

Se aposentó haciendo una reverencia al criado, tal y como les hizo a los monarcas, y se quedó inerte junto a unos compañeros de mesa que no dejaban de mirarla asombrados.

--Debe ser miembro de una familia real europea --decía uno admirado.

--Se le nota la nobleza, lo lleva con tanta naturalidad --contestaba otro.

A Enriqueta, hasta moverse le producía pudor y no osaba contestar a nadie, asentía con la cabeza cuando alguno de los presentes le hacía un comentario. La esposa de un reconocido político de la oposición, sentada también a la mesa, se levantó de su asiento y se acercó para saludarla.

--Da prestigio saludar a alguien de tan alto linaje --pensó.

Enriqueta le sonreía sin saber qué esperaba de ella y la esposa del político le habló en inglés.

--Seguramente no entiende el castellano. El inglés es internacional –dijo dirigiéndose a los de la mesa.

Enriqueta, sin saber qué decir, abrió mucho los ojos y le sonrió de nuevo.

--Es una dama encantadora --concordaron todos.

Los invitados se despedían, y, Enriqueta, iba de un lado a otro por la sala sin encontrar la salida.

El criado, al que a su llegada confundió con un militar por su bonita chaqueta llena de botones dorados, la sujetó suavemente por el brazo y la acompañó hasta el taxi que esperaba afuera. 

 Enriqueta, lo miró tímidamente y le dedicó la primera sonrisa de mujer que en muchos años había salido de sus labios. Salvo aquella vez que conoció a un primo suyo que había luchado en la guerra de cuba, nunca había vuelto a tener contacto con hombres.


El criado, animado por la gran atención de la dama, le besó la mano y la ayudó a acomodarse en el interior del taxi.

Enriqueta, deslumbrada todavía por las luces del palacio y sin dejar de mirar a aquel militar tan galante desde el interior del coche, se alejó por la avenida con una sonrisa en los labios.

El criado, sin dejar de observarla mientras se alejaba, cambió por completo su criterio respecto a los nobles.

--No todos son unos engreídos y orgullosos --pensó.


Enriqueta, durante el camino de vuelta y sin perder la sonrisa, pensó lo mismo.

                                                           FIN

                                                                                (Encarna Hernández Vizcaíno)


jueves, 27 de junio de 2019

ARTE Y PARTE

No voy a ninguna parte que no sea yo, yo, bajo mi parte de arte.

Arte, el arte de vivir sin ser parte, es el arte que casi nadie comparte.

Aparte de ese arte, hay otro arte, el arte que una mayoría comparte, arte que se aplaude por el arte
de aplaudir, sin arte, sólo por tomar parte.


 Cuando la vida se vive sólo por vivir, sólo marcada por la razón que cada cual ha obtenido de su entorno más cercano, sólo por formar parte de una mayoría externa, el yo interno junto con el arte que ese yo podría desarrollar desaparecen, desaparece el individuo y toda la motivación que su propio arte daría a su vida.

La razón de la existencia no viene a través del simple hecho de vivir imitando lo que otros hacen, la razón de vivir nos la da nuestro propio interior a través de ese arte que todos somos capaces de desarrollar.



         (Encarna Hernández Vizcaíno)

lunes, 24 de junio de 2019

VIVAMOS Y DEJEMOS VIVIR

Cada persona somos lo que somos, cada uno hacemos lo que podemos, o lo que sabemos, o lo que sentimos.
Cada cual llevamos nuestras propias cargas, nuestros miedos, nuestra ignorancia...

Cada cual tenemos nuestra propia vida, no hay una vida para todos, cada cual tenemos la nuestra.

Cada cual tenemos nuestra vara de medir que sólo nos sirve para medir lo nuestro, una vara que no nos sirve para medir lo que otros sienten, o lo que temen, o lo que aman.

Eso sí; todos sangramos si nos pinchan, todos sentimos dolor si nos pegan, todos lloramos, todos respiramos, todos sentimos frío, sentimos calor, todos bebemos para vivir, todos comemos, todos podemos sonreír.

Cada cual tenemos nuestra propia vida, pero al final, el resultado es el mismo y nos une a todos.



(Encarna Hernández Vizcaíno)


martes, 11 de junio de 2019

PERDIDA


Estoy aquí, perdida.
No hay nada peor que estar aquí perdida, entre un montón de gente.
Perdida, sin voluntad de destino, perdida en el camino incierto del que no logra encontrarse.

Puertas que chirrían en un abrir y cerrar constante, gente saliendo y entrando y hablando sin parar al mismo tiempo, voces que resuenan en mi cabeza con un runrún imparable e incomprensible, con un zumbido vacío que anuncia mi soledad.

Perdida, sola y sin camino, perdida en la inmensidad de la nada, en ese laberinto de voces que aturden los sentidos, perdida y confundida entre una multitud diluida por un caos sonoro.

 Platos, vasos y cubiertos tíntineando al compás de la ignorancia.

   Perdida entre mesas y sillas arrastradas por aquellos que se sientan, que se levantan sin ganas, con la prisa del ausente que acaba de despertar.

Perdida tras cristales empañados, enmarcados en un aluminio ennegrecido, plateado y ensombrecido por el humo y la suciedad.

Perdida entre el rechinar de la impaciencia que no te deja escucharte, que te envuelve en una incertidumbre gris de la que no puedes salir

Perdida sin remedio en ese estruendo interminable que te engulle a un vacío inmenso que no te deja vivir.


(Encarna Hernández Vizcaíno)


lunes, 22 de abril de 2019

CALMA




Calma, le pido a la vida calma, que los vientos huyan lejos, que aparezca ya la calma. 
Calma para respirar la calma, calma que anhela mi alma.


(Encarna Hernández Vizcaíno)

lunes, 7 de enero de 2019

LA SINRAZÓN



Para casi nada hay respuestas que lleguen al alma de todos, porque cada pregunta surge de un estado diferente, de una verdad diferente, de unas pruebas diferentes, de lo que cada uno en su día a día percibe como verdad.

Las razones cambian y las personas vamos tras esas razones sin saber siquiera hacia dónde nos llevarán.

Somos como quimeras paciendo de un árbol que va cambiando de tamaño según con el ánimo que nos acerquemos a él.

Nadie camina con el mismo paso, nadie pasea a la misma velocidad, nadie permanece en el mismo lugar ni se queda el mismo tiempo parado. Todo es tan relativo que sería imposible coincidir en algo fuera o dentro o en el mismo tiempo de una mayoría que pasea junta.

Somos marionetas impulsadas y zarandeadas por no se sabe qué razones ni qué ideales ni qué miserias. 


Somos solo muñecos de vida artificial intuitiva bañada por gotas de lluvia radiactiva, que a unos mata y a otros alegra el día. 

Somos valientes y cobardes deambulando al mismo ritmo que los tambores que llamaban a los suyos desde cualquier espacio del universo.

Somos criaturas mutiladas y sin aire corriendo al antojo de otros vientos, llevadas como polvo y azufre, como semillas sombrías o bellas asperezas asemejadas a dunas buenas en un angulo abierto y cerrado hacia el sol, un sol escaso y olvidadizo detrás de una nube chispeante de gotas gordas, pesadas, vacías.

Somos lo que para algún libre y peligroso pensante le pudiera parecer un cataclismo delante de un rayo fugaz.

Perder no es perder, ganar no es ganar, vencer no es vencer, querer no es querer, odiar no es odiar, seguir no es caminar y sentarse a pensar no es estar parado.

Nadie cambia a otro y nadie es cambiado por sí mismo y hasta lo que nos rodea no es lo mismo para todos ni para todo.

Verdades y mentiras no existen, todo es recitado por no se sabe cómo, ni por qué, ni para qué, ni para quién.

Maldito sea todo eso que confunde y creemos que ayuda; lo que surge a borbotones de la ignorancia aprendida y aprehendida.

Maldito todo eso que nos une y nos desune; todo lo maldito y todo lo alabado como bendito.

Maldito lo que originó la medida para confundir cualquier cosa que tuviese movimiento y no dejarlo vagar a su ritmo indeterminado.

Maldito sea todo aquello que alimentó el fenómeno de la razón para iluminar mentes que se creían privilegiadas.

Maldito lo que somos o lo que creemos ser y maldito hasta lo que hoy me arrebata esa razón que nadie entiende.

Maldita la razón de la sinrazón, que es la misma que habita en lo profundo de las cavernas y que perdura y perdurará hasta que ni el fin ni el principio tengan esencia, hasta que ya nada tenga motivo de ser ni de no ser y hasta que los remanentes de aquello que se pensaba que éramos ni siquiera se recuerde.

Maldito hasta el recuerdo de lo recordado, pues quedará olvidado en el interior de la profundidad incomprendida de lo que alguna vez se pensó que podría llegar a existir.

Maldita hasta mi sinrazón, que sin ser nada, sucumbirá veloz a la ferocidad domesticada de los miedos que paralizan el aire.


(Encarna Hernández Vizcaíno)