martes, 11 de junio de 2019

PERDIDA


Estoy aquí, perdida.
No hay nada peor que estar aquí perdida, entre un montón de gente.
Perdida, sin voluntad de destino, perdida en el camino incierto del que no logra encontrarse.

Puertas que chirrían en un abrir y cerrar constante, gente saliendo y entrando y hablando sin parar al mismo tiempo, voces que resuenan en mi cabeza con un runrún imparable e incomprensible, con un zumbido vacío que anuncia mi soledad.

Perdida, sola y sin camino, perdida en la inmensidad de la nada, en ese laberinto de voces que aturden los sentidos, perdida y confundida entre una multitud diluida por un caos sonoro.

 Platos, vasos y cubiertos tíntineando al compás de la ignorancia.

   Perdida entre mesas y sillas arrastradas por aquellos que se sientan, que se levantan sin ganas, con la prisa del ausente que acaba de despertar.

Perdida tras cristales empañados, enmarcados en un aluminio ennegrecido, plateado y ensombrecido por el humo y la suciedad.

Perdida entre el rechinar de la impaciencia que no te deja escucharte, que te envuelve en una incertidumbre gris de la que no puedes salir

Perdida sin remedio en ese estruendo interminable que te engulle a un vacío inmenso que no te deja vivir.


(Encarna Hernández Vizcaíno)


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