Hoy, 19 de abril de 2020, son ya las 2 y 34
minutos de la mañana, y, como algunas otras noches en las que no he podido
dormir, he decidido combatir el insomnio con la escritura…
Después de más de un mes de confinamiento, aún
sigo sin entender el porqué de este virus ni lo que significa exactamente este
encierro.
Sé que para algunos es una especie de castigo
de la naturaleza por lo mal que la estamos tratando, y piensan que esto nos
ayudará a reflexionar y hacernos mejores personas, otros creen que lo han maquinado
poderes que controlan el mundo y desean seguir haciéndolo cueste lo que cueste,
incluso los hay que piensan que es un cataclismo económico para reiniciar la
economía desde otras perspectivas y con nuevas tecnologías.
Es posible que todos tengan su parte de razón,
para mí, al menos en este momento, lo veo como la mayor catástrofe humana, un
atentado contra lo que aún nos quedaba de humanidad en cada uno de nosotros.
Nos han quitado de un plumazo lo más básico que identifica el amor en el ser
humano; nos han eliminado la posibilidad de acercarnos a nuestros seres
queridos para darles o recibir esperanza a través del calor que da el contacto
y la cercanía, algo tan importante y tan necesario para seguir viviendo.
Y sí, es muy triste que nos contagiemos y que a
raíz de eso muchos muramos, pero es tan triste e inhumano no poder recibir o
dar compañía y apoyo a un ser querido, no sentir la cercanía y el amor de los
que quieres cuando enfermas, es inhumano morir sin alguien que coja tu mano y
te haga saber que estás ahí y que te quiere, es inhumano tener un hijo, o una
madre, o un hermano, o una abuela, o un marido, o una amiga, y no poder estar a
su lado en los malos momentos, y está claro que morir es malo, pero sentirte enfermo,
aislado y abandonado en ciertos momentos debe hacer más daño que el propio
virus.
Y sí, la medicina es muy importante, pero estoy
convencida de que la medicina por sí sola no ayuda lo suficiente cuando estás
carente de la cercanía de los tuyos.
Nos quejamos por tener que quedarnos en casa y
no poder salir a pasear, o no poder tomar un café en una terraza, o por aguantar a los niños todo el día, pero nada de eso es importante, estar en
casa no supone un trastorno, tenemos a nuestro alcance comodidades, alimento,
entretenimiento.. lo importante es no poder abrazar a un ser querido que sufre.
Y sí, el aislamiento pasará, pero ya nada
volverá a ser como antes, tardemos lo que tardemos en recuperar la
“normalidad”, esto marcará un antes y un después en nuestras vidas y en nuestra
manera de vernos como sociedad, y se habrá creado un precedente de actuación al
primer síntoma de temor ante cualquier otro “virus”.
Sí, este virus será responsable de que caiga la
economía mundial, de que aparezcan nuevas formas de control, de que muchas
personas reflexionen sobre el daño al planeta, de que se dé cierta importancia
a cosas que antes no se les daba.
Y sí, con el tiempo, la economía remontará,
aparecerán nuevas formas de control sobre el ciudadano, la tecnología formará
parte más activa en nuestras vidas, y aquellos que cambiaron su visión en la
manera de ver la vida la cambiarán por otra para seguir en su propio mundo
egoísta, pero ya no se podrá recuperar lo maravilloso que distingue el amor de
la indiferencia; no podremos recuperar algo tan simple como coger la mano de esa
persona que sufre y trasmitirle el calor humano tan necesario para seguir vivo,
o, incluso, para marcharse con la paz de sentirse querido.
Aun así, deseo pensar, que, en el futuro,
cuando algo así vuelva a ocurrir, habremos aprendido la lección y habremos
conseguido que los gobiernos apoyen la sanidad, y también que dispongamos de
los medios necesarios para protegernos sin tener necesidad de separarnos de
nuestros seres queridos que enfermen.
Y sí, es posible que sea porque ya me vence el
sueño, pero quiero seguir teniendo esperanza en el ser humano, quiero seguir pensando
que lo superaremos, y también que mejoraremos, que lo haremos para que esto no
vuelva a suceder, para que jamás ningún virus por muy mortal que sea, tenga
tanta fuerza como para dejarnos morir en soledad.
(Encarna Hernández Vizcaíno)