viernes, 28 de abril de 2017

A dos centímetros del suelo















Andaba agachando la cabeza y arrastrando los pies.

Sin prisa, sin pausa, sin encontrar a nadie en el camino.

Sin nostalgia.

¿Cómo sentir nostalgia de algo que no has conocido?

Viajaba con la mochila llena, llena de encargos, de obligaciones, de compromisos, de deberes.

Una mochila pesada que no le dejaba ver más allá.

Le pesaban los pies y sólo miraba al camino; no debía mirar nada más, sólo, lo necesario para no tropezar.

Quizás fuese un viaje largo, o tal vez corto, nadie sabía cuánto duraría; ¿una hora, tal vez un mes, diez años, treinta, cien?

Un día, algo o alguien hizo que no siempre fuera así.

O tal vez nada ni nadie lo hizo, simplemente, ella lo quiso.

Lo vio delante de ella; iba sin carga, sin arrastrar los pies.
Se fijó más en él y vio que caminaba a dos centímetros del suelo.
Lo miró de nuevo extrañada, impresionada, y entonces él, se elevó,
elevó su cuerpo más y más hasta casi tocar el cielo.

Después descendió,
bajó de nuevo y siguió caminando otra vez a dos centímetros del suelo.

Ella no dejaba de mirarlo fascinada mientras él subía y bajaba.
Subía, bajaba; pero siempre caminaba a dos centímetros del suelo.

Quiso alcanzarlo, deshacerse de la mochila, agarrarse a sus alas para caminar.
Quiso mirar al cielo desde allí, quiso desear, quiso sentir.

Y percibió el brillo de sus ojos mientras él la miraba, y deseó brillar en ellos.

Y vio como él extendía sus alas, como la observaba, como la esperaba.

Y sintió que sentía!

Sentía vibrar los dedos de los pies,
sentía una explosión en su cuerpo y en su alma, sentía que su carga desaparecía, sentía como si volara.

Y llegó hasta él, se miró en sus ojos, y vio que brillaba!

Fue entonces cuando oyó al pasado gemir mientras se alejaba arrastrando los pies.

Después, ya no escuchó nada.


Vivió algo inmenso, hermoso, desconocido, sorprendente, mágico.

Percibió el aroma dulce de un beso.
Caricias que despertaban la noche, en su sueño.
Aromas de esperanza que amanecían con el día.

Y sus alas se engrandecieron y voló junto a él, voló con él, voló sin él, voló lejos, muy lejos, hasta comprender que había volado sola, que volaba sola.

Aun así, bajó hasta el suelo y lo buscó, subió hasta el cielo y no lo halló, y lo buscó y lo buscó, pero él no estaba.

Y el aroma de esperanza se esfumó.

Sintió frío, bajó al camino, ando despacio, le alcanzó el pasado, le arrebató sus alas, y, entonces, por primera vez, sintió nostalgia.

Recordó el calor de unas manos, el sabor de un aliento, el tacto de una piel.

Sentía nostalgia del pasado; pero también sentía que era hermoso recordarlo.

Había sido algo fugaz en su largo recorrido, y aún no sabía cuanto más duraría su viaje,
ni qué más le depararía el camino, pero no le importaba; la mochila ya no le pesaba, la elevaba el recuerdo de su vuelo.

Y, ahora, podía sentir añoranza, esperanza, tener sueños, deseos.

Esos que ahora la acompañarían en su viaje,
esos que, tal vez, algún día, la harían  volar de nuevo. 


Esos que, ya siempre, pasara lo que pasara,
la harían caminar; a dos centímetros del suelo. 


Encarna Hernández Vizcaíno



lunes, 10 de abril de 2017

ADIÓS


Adiós a  vosotros; a algunos de los que habéis pasado por mi vida.

Adiós a los que no sabéis quién soy, a los que no sabéis lo que pienso ni lo que siento de verdad y que nunca llegaréis a saberlo.

Adiós a los que sólo miráis la apariencia, a los que no veis más allá de vosotros mismos.

Adiós a los que de una manera u otra, me habéis mirado, me habéis tocado, me habéis rodeado,
pero no me habéis visto.

Adiós a vosotros; a los que utilizáis los sentimientos 
para aprovecharos de los que tenéis al lado.

Es complicado estar a la altura, a la vuestra.

Y tonta de mí, que a veces hasta lo intenté.


(Encarna Hernández Vizcaíno)

miércoles, 5 de abril de 2017

Una parte de mí



En este ínfimo lugar donde
mi alma se ampara,
se encuentra una parte de mí.

La otra, se expande y se agranda,
te busca y se va tras de ti.

Se va tras tus noches oscuras,
y encuentra tu piel y tu alma,
y llena de luz a tu luna,
y vuelve...

Y de nuevo se ampara.


(Encarna Hernández)