lunes, 7 de enero de 2019

LA SINRAZÓN



Para casi nada hay respuestas que lleguen al alma de todos, porque cada pregunta surge de un estado diferente, de una verdad diferente, de unas pruebas diferentes, de lo que cada uno en su día a día percibe como verdad.

Las razones cambian y las personas vamos tras esas razones sin saber siquiera hacia dónde nos llevarán.

Somos como quimeras paciendo de un árbol que va cambiando de tamaño según con el ánimo que nos acerquemos a él.

Nadie camina con el mismo paso, nadie pasea a la misma velocidad, nadie permanece en el mismo lugar ni se queda el mismo tiempo parado. Todo es tan relativo que sería imposible coincidir en algo fuera o dentro o en el mismo tiempo de una mayoría que pasea junta.

Somos marionetas impulsadas y zarandeadas por no se sabe qué razones ni qué ideales ni qué miserias. 


Somos solo muñecos de vida artificial intuitiva bañada por gotas de lluvia radiactiva, que a unos mata y a otros alegra el día. 

Somos valientes y cobardes deambulando al mismo ritmo que los tambores que llamaban a los suyos desde cualquier espacio del universo.

Somos criaturas mutiladas y sin aire corriendo al antojo de otros vientos, llevadas como polvo y azufre, como semillas sombrías o bellas asperezas asemejadas a dunas buenas en un angulo abierto y cerrado hacia el sol, un sol escaso y olvidadizo detrás de una nube chispeante de gotas gordas, pesadas, vacías.

Somos lo que para algún libre y peligroso pensante le pudiera parecer un cataclismo delante de un rayo fugaz.

Perder no es perder, ganar no es ganar, vencer no es vencer, querer no es querer, odiar no es odiar, seguir no es caminar y sentarse a pensar no es estar parado.

Nadie cambia a otro y nadie es cambiado por sí mismo y hasta lo que nos rodea no es lo mismo para todos ni para todo.

Verdades y mentiras no existen, todo es recitado por no se sabe cómo, ni por qué, ni para qué, ni para quién.

Maldito sea todo eso que confunde y creemos que ayuda; lo que surge a borbotones de la ignorancia aprendida y aprehendida.

Maldito todo eso que nos une y nos desune; todo lo maldito y todo lo alabado como bendito.

Maldito lo que originó la medida para confundir cualquier cosa que tuviese movimiento y no dejarlo vagar a su ritmo indeterminado.

Maldito sea todo aquello que alimentó el fenómeno de la razón para iluminar mentes que se creían privilegiadas.

Maldito lo que somos o lo que creemos ser y maldito hasta lo que hoy me arrebata esa razón que nadie entiende.

Maldita la razón de la sinrazón, que es la misma que habita en lo profundo de las cavernas y que perdura y perdurará hasta que ni el fin ni el principio tengan esencia, hasta que ya nada tenga motivo de ser ni de no ser y hasta que los remanentes de aquello que se pensaba que éramos ni siquiera se recuerde.

Maldito hasta el recuerdo de lo recordado, pues quedará olvidado en el interior de la profundidad incomprendida de lo que alguna vez se pensó que podría llegar a existir.

Maldita hasta mi sinrazón, que sin ser nada, sucumbirá veloz a la ferocidad domesticada de los miedos que paralizan el aire.


(Encarna Hernández Vizcaíno)