jueves, 27 de junio de 2019

ARTE Y PARTE

No voy a ninguna parte que no sea yo, yo, bajo mi parte de arte.

Arte, el arte de vivir sin ser parte, es el arte que casi nadie comparte.

Aparte de ese arte, hay otro arte, el arte que una mayoría comparte, arte que se aplaude por el arte
de aplaudir, sin arte, sólo por tomar parte.


 Cuando la vida se vive sólo por vivir, sólo marcada por la razón que cada cual ha obtenido de su entorno más cercano, sólo por formar parte de una mayoría externa, el yo interno junto con el arte que ese yo podría desarrollar desaparecen, desaparece el individuo y toda la motivación que su propio arte daría a su vida.

La razón de la existencia no viene a través del simple hecho de vivir imitando lo que otros hacen, la razón de vivir nos la da nuestro propio interior a través de ese arte que todos somos capaces de desarrollar.



         (Encarna Hernández Vizcaíno)

lunes, 24 de junio de 2019

VIVAMOS Y DEJEMOS VIVIR

Cada persona somos lo que somos, cada uno hacemos lo que podemos, o lo que sabemos, o lo que sentimos.
Cada cual llevamos nuestras propias cargas, nuestros miedos, nuestra ignorancia...

Cada cual tenemos nuestra propia vida, no hay una vida para todos, cada cual tenemos la nuestra.

Cada cual tenemos nuestra vara de medir que sólo nos sirve para medir lo nuestro, una vara que no nos sirve para medir lo que otros sienten, o lo que temen, o lo que aman.

Eso sí; todos sangramos si nos pinchan, todos sentimos dolor si nos pegan, todos lloramos, todos respiramos, todos sentimos frío, sentimos calor, todos bebemos para vivir, todos comemos, todos podemos sonreír.

Cada cual tenemos nuestra propia vida, pero al final, el resultado es el mismo y nos une a todos.



(Encarna Hernández Vizcaíno)


martes, 11 de junio de 2019

PERDIDA


Estoy aquí, perdida.
No hay nada peor que estar aquí perdida, entre un montón de gente.
Perdida, sin voluntad de destino, perdida en el camino incierto del que no logra encontrarse.

Puertas que chirrían en un abrir y cerrar constante, gente saliendo y entrando y hablando sin parar al mismo tiempo, voces que resuenan en mi cabeza con un runrún imparable e incomprensible, con un zumbido vacío que anuncia mi soledad.

Perdida, sola y sin camino, perdida en la inmensidad de la nada, en ese laberinto de voces que aturden los sentidos, perdida y confundida entre una multitud diluida por un caos sonoro.

 Platos, vasos y cubiertos tíntineando al compás de la ignorancia.

   Perdida entre mesas y sillas arrastradas por aquellos que se sientan, que se levantan sin ganas, con la prisa del ausente que acaba de despertar.

Perdida tras cristales empañados, enmarcados en un aluminio ennegrecido, plateado y ensombrecido por el humo y la suciedad.

Perdida entre el rechinar de la impaciencia que no te deja escucharte, que te envuelve en una incertidumbre gris de la que no puedes salir

Perdida sin remedio en ese estruendo interminable que te engulle a un vacío inmenso que no te deja vivir.


(Encarna Hernández Vizcaíno)