domingo, 19 de abril de 2020

HOY 19 DE ABRIL DE 2020


Hoy, 19 de abril de 2020, son ya las 2 y 34 minutos de la mañana, y, como algunas otras noches en las que no he podido dormir, he decidido combatir el insomnio con la escritura…
Después de más de un mes de confinamiento, aún sigo sin entender el porqué de este virus ni lo que significa exactamente este encierro.

Sé que para algunos es una especie de castigo de la naturaleza por lo mal que la estamos tratando, y piensan que esto nos ayudará a reflexionar y hacernos mejores personas, otros creen que lo han maquinado poderes que controlan el mundo y desean seguir haciéndolo cueste lo que cueste, incluso los hay que piensan que es un cataclismo económico para reiniciar la economía desde otras perspectivas y con nuevas tecnologías.

Es posible que todos tengan su parte de razón, para mí, al menos en este momento, lo veo como la mayor catástrofe humana, un atentado contra lo que aún nos quedaba de humanidad en cada uno de nosotros. Nos han quitado de un plumazo lo más básico que identifica el amor en el ser humano; nos han eliminado la posibilidad de acercarnos a nuestros seres queridos para darles o recibir esperanza a través del calor que da el contacto y la cercanía, algo tan importante y tan necesario para seguir viviendo.

Y sí, es muy triste que nos contagiemos y que a raíz de eso muchos muramos, pero es tan triste e inhumano no poder recibir o dar compañía y apoyo a un ser querido, no sentir la cercanía y el amor de los que quieres cuando enfermas, es inhumano morir sin alguien que coja tu mano y te haga saber que estás ahí y que te quiere, es inhumano tener un hijo, o una madre, o un hermano, o una abuela, o un marido, o una amiga, y no poder estar a su lado en los malos momentos, y está claro que morir es malo, pero sentirte enfermo, aislado y abandonado en ciertos momentos debe hacer más daño que el propio virus.

Y sí, la medicina es muy importante, pero estoy convencida de que la medicina por sí sola no ayuda lo suficiente cuando estás carente de la cercanía de los tuyos.
 
Nos quejamos por tener que quedarnos en casa y no poder salir a pasear, o no poder tomar un café en una terraza, o por aguantar a los niños todo el día, pero nada de eso es importante, estar en casa no supone un trastorno, tenemos a nuestro alcance comodidades, alimento, entretenimiento.. lo importante es no poder abrazar a un ser querido que sufre.

Y sí, el aislamiento pasará, pero ya nada volverá a ser como antes, tardemos lo que tardemos en recuperar la “normalidad”, esto marcará un antes y un después en nuestras vidas y en nuestra manera de vernos como sociedad, y se habrá creado un precedente de actuación al primer síntoma de temor ante cualquier otro “virus”.

Sí, este virus será responsable de que caiga la economía mundial, de que aparezcan nuevas formas de control, de que muchas personas reflexionen sobre el daño al planeta, de que se dé cierta importancia a cosas que antes no se les daba.

Y sí, con el tiempo, la economía remontará, aparecerán nuevas formas de control sobre el ciudadano, la tecnología formará parte más activa en nuestras vidas, y aquellos que cambiaron su visión en la manera de ver la vida la cambiarán por otra para seguir en su propio mundo egoísta, pero ya no se podrá recuperar lo maravilloso que distingue el amor de la indiferencia; no podremos recuperar algo tan simple como coger la mano de esa persona que sufre y trasmitirle el calor humano tan necesario para seguir vivo, o, incluso, para marcharse con la paz de sentirse querido.

Aun así, deseo pensar, que, en el futuro, cuando algo así vuelva a ocurrir, habremos aprendido la lección y habremos conseguido que los gobiernos apoyen la sanidad, y también que dispongamos de los medios necesarios para protegernos sin tener necesidad de separarnos de nuestros seres queridos que enfermen.

Y sí, es posible que sea porque ya me vence el sueño, pero quiero seguir teniendo esperanza en el ser humano, quiero seguir pensando que lo superaremos, y también que mejoraremos, que lo haremos para que esto no vuelva a suceder, para que jamás ningún virus por muy mortal que sea, tenga tanta fuerza como para dejarnos morir en soledad.

(Encarna Hernández Vizcaíno)

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