Como emprenden las horas desde el bullir del viento, acomete el hastío.
Ese hueco vacío de la nada, del caminar desierto.
Piedras sonoras, ignorantes, insolentes, que arremeten en alarma permanente y a nadie satisface.
Sonoridad ante el error continuado del que sabe, del que calla, por miedo a hablar al aire.
Mientras, las horas pasan muertas ante el bullir del viento, ante el pensar de nadie.
(Encarna Hernández Vizcaíno)
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