¡Haces que olvide la desdicha y me sienta viva pensando en ti!
Eres libre como esa lluvia fina que tanto me gusta escuchar.
Yo te gusto porque soy una tormenta plácida;
doy paz y libertad.
Hueles mi pureza, mi tranquilidad,
pero te siento lejano, como la luna.
Seguramente,
no llegaremos a juntarnos nunca;
hemos coincidido en el mismo lugar,
en el mismo tiempo,
pero en otra realidad.
Aun así,
al cerrar los ojos y no pensar en nada más,
imagino un mundo irreal, como el tiempo,
siempre eterno.
Seguramente,
no llegaremos a juntarnos nunca,
y tu recuerdo y también mi recuerdo,
queden atrapados para siempre en el silencio.
Pues,
pasaré veloz a la nada,
y tú, algo más lento,
pasarás a la nada también.
Y ya no te llamaré.
Y más tarde,
nadie lo hará.
Pero el silencio es sólo tiempo perdido
y no se quedará con mi esperanza.
La prudencia no aniquilará mi voz,
la pereza no derrumbará mi alma.
Y te seguiré llamando...
Olvidaré la desdicha y me sentiré viva; seguiré pensando en ti.
(Encarna Hernández Vizcaíno)
MIENTRAS ESCRIBO, MI ALMA RESPIRA MÁS ALLÁ DE LOS SUEÑOS.
viernes, 20 de octubre de 2017
domingo, 15 de octubre de 2017
SOMOS ESCLAVOS DEL MUNDO
Quisiera
mirar al mundo
y
no ser parte de él.
Me
siento inútil a veces,
y otras veces impotente
viendo tanto padecer.
¡Qué
terrible expectativa
se
presenta frente a él!
¡Cuán
inmensa es la mentira
que
gobierna por doquier!
Siento
una pena muy honda,
siento
una tristeza inmensa
al
ver esta esclavitud en que
está
la tierra inmersa.
¡Somos
esclavos del mundo!
Esclavos
de esa gran fuerza
como
a muñecos de cuerda,
como
a nubes sin sentido
que
las lleva la tormenta,
como
a motitas de polvo
que
hacia la deriva vuelan.
Somos
esclavos del miedo,
esclavos
de la violencia,
esclavos
de la codicia,
de
la guerra,
de la ciencia,
esclavos
de la política,
de
la lucha por la tierra.
Esclavos;
hasta del humo
que
exhalamos sobre ella.
Somos
esclavos del mundo,
esclavos
de esa gran fuerza
que
nos mueve como a hilos,
como
a muñecos de cuerda,
como
a nubes sin sentido que
las
lleva la tormenta,
como a
motitas de polvo
que hacia la
deriva vuelan.
Así somos
manejados,
sin
querer, sin darnos cuenta.
Como
toros desbocados
que
ni se paran ni piensan,
que
arremeten contra todo
por
alcanzar su defensa,
y
terminan en el suelo
con
la estocada final,
sin
saber quién la maneja.
(Encarna
Hernández Vizcaíno)
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