lunes, 24 de marzo de 2008

EL REFLEJO

Poco a poco renunció,
aceptó sus canas,
los pliegues de su piel,
la paz de su calma.

Cerró los ojos, sonrió,
encerró su espíritu,
y su inmensa luz se apagó.

Mientras,
en algún otro lugar del alma,
una pequeñita llama se encendió.

Apenas recordó nada,
ni una caricia, ni una mirada,
sólo el rayito de esperanza
que su corazón filtraba.

Esperanza de una vida
que con ella amaneció,
esperanza de estar viva.

El reflejo de una luz,
el reflejo de una voz,
el reflejo de otra vida
que hasta su alma llegó.


(Encarna Hernández Vizcaíno)

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