¡Haces que olvide la desdicha y me sienta viva pensando en ti!
Eres libre como esa lluvia fina que tanto me gusta escuchar.
Yo te gusto porque soy una tormenta plácida;
doy paz y libertad.
Hueles mi pureza, mi tranquilidad,
pero te siento lejano, como la luna.
Seguramente,
no llegaremos a juntarnos nunca;
hemos coincidido en el mismo lugar,
en el mismo tiempo,
pero en otra realidad.
Aun así,
al cerrar los ojos y no pensar en nada más,
imagino un mundo irreal, como el tiempo,
siempre eterno.
Seguramente,
no llegaremos a juntarnos nunca,
y tu recuerdo y también mi recuerdo,
queden atrapados para siempre en el silencio.
Pues,
pasaré veloz a la nada,
y tú, algo más lento,
pasarás a la nada también.
Y ya no te llamaré.
Y más tarde,
nadie lo hará.
Pero el silencio es sólo tiempo perdido
y no se quedará con mi esperanza.
La prudencia no aniquilará mi voz,
la pereza no derrumbará mi alma.
Y te seguiré llamando...
Olvidaré la desdicha y me sentiré viva; seguiré pensando en ti.
(Encarna Hernández Vizcaíno)
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